William Shakespeare dejó escrito que no hay otro camino para la madurez que aprender a soportar los golpes de la vida
Cada descalabro, cada contrariedad, cada
desilusión, lleva consigo el germen de una infinidad de capacidades humanas
desconocidas, sobre las que los espíritus pacientes y decididos han sabido ir
edificando lo mejor de sus vidas.
Las dificultades de la vida pueden jugar a
nuestro favor. El fracaso hace lucir ante uno mismo la propia limitación y, al
tiempo, nos brinda la oportunidad de superarnos, de dar lo mejor de nosotros
mismos. Es así, en medio de un entorno en el que no todo nos viene dado, como aprendemos a SER.
Como decía G. von Le Fort, "hay una dicha clara y otra oscura, pero el hombre incapaz de saborear la oscura, tampoco es capaz de saborear la clara". O como decía Quevedo, "el que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos".
Está más que comprobado que las personas optimistas tienen muchas más posibilidades de éxito que
aquellas que viven obsesionadas con el fracaso. La energía que se desprende de
las primeras hace que resulten más emprendedoras y que no se desanimen ante el
fracaso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario